CUANDO LOS PADRES SE SEPARAN… ¿Cómo dañar lo menos posible a los hijos?

CUANDO LOS PADRES SE SEPARAN… ¿Cómo dañar lo menos posible a los hijos?

Lamentablemente la separación de las parejas, es una realidad cada vez más frecuente en nuestra sociedad actual y que en muchas ocasiones, involucra la presencia de hijos de por medio, que generalmente son los más afectados por sus consecuencias.

La separación será siempre un proceso doloroso, tanto para la pareja como para sus hijos. Es la pérdida de un proyecto de vida en común, de una forma de hacer familia. Es un duelo para todos los miembros de la familia, con consecuencias emocionales y sociales asociadas, en la cual innegablemente los niños son los que mas sufren.

Cuando la separación es un hecho y no hay vuelta atrás, tomar los recaudos necesarios para disminuir el impacto de la ruptura marital en los hijos debe ser prioridad uno para los padres. Hay dos cosas que en estas circunstancias deben saber: la primera es, nadie mejor que ellos para ayudar a sus hijos a transitar la crisis y la segunda, que para ayudar a sus hijos deben estar bien informados. El efecto reparador que produce en los niños, especialmente en los más pequeños, el mensaje dicho por ambos padres: “aunque ya no vivamos todos juntos, los dos te vamos a seguir queriendo mucho toda la vida y te vamos a seguir cuidando juntos”, no puede ser superado.

El divorcio es siempre para los hijos una experiencia diferente que para los padres: la familia en la cual los niños nacieron, crecieron y vivieron toda su vida se muere y cualquiera fueran sus deficiencias, sienten que es la entidad que les brinda el apoyo y la seguridad que necesitan. El ser humano, al nacer, requiere del cuidado de sus progenitores durante mucho más tiempo que cualquier otra especie y los niños son conscientes de esa dependencia.

Investigadores de distintas especialidades han estudiado los efectos del divorcio en los niños y adolescentes, señalan que las consecuencias pueden ir de moderadas a graves, de transitorias a permanentes y que dependen:

1) del grado del conflicto previo, especialmente que se involucre o no a los hijos,

2) del ejercicio o no de la coparentalidad (crianza conjunta de los hijos) 

3) de los efectos del deterioro económico y del estilo de vida que por lo general trae aparejado.

El divorcio se ha instituido para los cónyuges, no para los padres, no existen “ex hijos” ni “ex padres”. Los esposos no se divorcian de sus hijos, ni entre sí como padres, conservando el vínculo parental . Esta disolución del vínculo conyugal implica la transformación de la familia nuclear original -constituida por padres e hijos- en una familia con una estructura diferente: la familia binuclear, con dos núcleos representados por la casa de la mamá y la casa del papá. Este tipo de configuración familiar requiere para ser viable el ejercicio conjunto de la parentalidad o coparentalidad. Es decir, la familia del divorcio es viable en tanto los padres cumplen conjuntamente las funciones de crianza. Los divorcios que afectan la coparentalidad se conocen como divorcios destructivos y sus consecuencias adversas para los hijos son  prácticamente irreparables.

Sin embargo, no es tarea fácil criar hijos conjuntamente y muchas veces los padres necesitan la ayuda de un terapeuta o consejero para reorganizar la familia “binuclear” en que derivó la separación, es decir una familia con dos núcleos representados por la casa del papá y la casa de la mamá.

El ejercicio de la crianza conjunta no solo beneficia a los hijos, sino que además tiene un efecto reparador en los padres. Mientras a los hijos no se los involucre en los conflictos y se conserve la coparentalidad, los lazos con ambos padres están asegurados

Por lo tanto, es necesario que los adultos en situación de separación comprendan que no significa que dejen de ser padres; estarán de diferente manera, pero que su lugar, su rol, su función y su amor deben conservarse.

Para prevenir las posibles consecuencias de una “mala separación” es conveniente que haya criterio en común en cuanto a los límites y pautas, aunque en el nuevo hogar de uno de los padres rijan algunos nuevos hábitos o costumbres.

Para tener en cuenta:

No utilizar a los niños como mensajeros de “cosas de grandes”

No usarlos tampoco como espías para saber sobre la vida del otro No hablar mal de alguno de los padres con el hijo o en su presencia